Historia de Villapalacios. Temas

La inscripción recuperada de 1788 en la calle Charcos de Villapalacios, de oculta a bien patrimonial

El dintel de piedra localizado en una casa sitúa un horno del concejo y convierte a esta vivienda en la más antigua documentada que se conserva en la localidad, tras la iglesia de San Sebastián

 

 

 

Por José Ángel Montañés, 25 de mayo 2023

 

 

 

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La inscripción de 1788 recuperada en el dintel de una ventana de la calla situada en el número 12 de la calle Charcos de Villapalacios que estuvo en la puerta del antiguo horno del concejo de Villapalacios. / DANI MARÍN

 

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Son pocos los elementos patrimoniales que recuerden el rico pasado histórico y cultural de Villapalacios, perdidos con el paso de los años sin dejar rastro o memoria alguna de que existieron. Por eso, es una muy buena noticia la recuperación de uno de estos elementos que ha permanecido oculto y escondido desde hace décadas y que ahora vuelve a la luz por la afortunada decisión de su dueño.

Miguel Ángel Marín Esteban sabía que, en la fachada de la casa de sus padres, Amadeo y Vicenta, situada en el número 12 de la calle Charcos de Villapalacios, había oculta una inscripción. Lo sabía, pero nunca la había visto. Salió a la luz, por primera vez, durante unos arreglos en la fachada en 1984, cuando él estaba fuera del pueblo, haciendo el servicio militar. Y a los pocos días de aparecer volvió a ser tapada con las baldosas de tonos marrones que cubren la parte inferior de la casa. «No la había visto, pero había odio tanto hablar de ella que me moría de ganas de recuperarla», comenta.  

Y el momento ha llegado ahora.

Hace unos días, él y su hijo Daniel, decidieron recuperarla y ponerla en valor para siempre. El resultado es una inscripción de gran valor patrimonial que documenta el rico pasado de la casa en la que vivieron sus padres y nació Miguel Ángel y sus hermanas Soledad, Elisa y Pilar y que la convierten en la segunda más antigua documentada, después de la iglesia de San Sebastián.

En la inscripción, de 80 centímetros de largo por 12 de ancho (un metro de largo y 22 centímetros de ancho, el total de la piedra), escrita con una bella (y bien conservada letra) capital cuadrada se puede leer:

 

 

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La lápida con la inscripción (restaurada virtualmente) y su transcripción, abajo.

 

Tras observar como en las dos últimas líneas las letras disminuyen de tamaño, se puede ver sobre la inscripción una cruz con los cuatro brazos triangulares, estrechos en el centro y anchos en los extremos; una especie de cruz patada, tallada allí para buscar la protección de los que vivían o trabajaban en ese lugar, en este caso, contra los males externos que pudieran entrar, como brujas, demonios, mal de ojo, enfermedades o epidemias, pero también rayos, tormentas, incendios o inundaciones.  

A los dos lados de la inscripción se observan tres líneas perpendiculares. También una especie de renglones que usó, sin duda, la persona que cinceló las líneas para no torcerse en la escritura.

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La inscripción, por lo tanto, deja constancia de una obra, realizada en 1788, a instancias de los alcaldes ordinarios del momento, Antonio Molina y José Garrido, pagada con los bienes del Ayuntamiento, que materializó Tomás Espinosa y sitúa un lugar público, propiedad del concejo o del ayuntamiento de Villapalacios.

Según apunta Elvira Valero, directora del Archivo Histórico Provincial de Albacete, consultada tras tener noticia de la inscripción, no hay duda de que Tomás Espinosa es «el autor del proyecto, el maestro alarife y por eso pone el nombre de los alcaldes ordinarios y después pone “por”». Y apunta que «desde 1786 todas las obras públicas debían ser supervisadas y aprobadas por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando».

Sin embargo, desde esta institución situada en Madrid aseguran que no existe en sus archivos referencia alguna al horno o su reforma de Villapalacios, ni tampoco nada sobre Tomás Espinosa. Desde el archivo de la RABAF dicen que: “Existía la obligación de comunicar los trabajos, pero no todo el mundo la cumplía”.

La familia de Miguel Ángel siempre había dicho que su casa había sido un horno. Y la inscripción lo confirma.

 

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La fachada de la casa situada en el número 12 de la calle Charcos de Villapalacios, cómo estaba hasta hace unos días, y tras recuperar la inscripción, sobre la ventana de la derecha. / DANI MARÍN

 

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Es poca la documentación que se conserva en Villapalacios de finales del siglo XVIII. Pero en una fundamental, el Catastro de la Ensenada de 1752, 36 años antes de la fecha de la inscripción, se dice que uno de los bienes del Concejo de Villapalacios es un «horno de pan cocer» situado en la calle Charcos:

Primeramente, un orno de pan cocer sitio en esta población propio de este Concejo en la calle de los Charcos, linda con corral de Fernando de Pretel y solar de Roque Martínez.

En otro momento de este importante texto, en relación con los bienes que gestiona «el mayordomo del caudal de propios de esta villa», Cristóbal de Avilés, se lee:

Un horno de pan cocer situado en esta población en la calle de los Charcos que se compone de un cuarto que es propio de este concejo. Linda con corral de casa de Fernando Pretel y con solar de Reque Martínez. Regulado en ochenta reales.

Y en el margen: 11 varas de frente y 8 de fondo

Una vara es una medida que equivale a unos tres pies y a 0,80 centímetros. Por lo tanto, este horno tendría una sola estancia y mediría 8,8 metros de fachada por 6,4 metros de profundidad y un total de 56,32 metros cuadrados de superficie.

El hecho de saber que existía aquí ya un horno antes de la fecha de la inscripción de 1788 permite pensar que lo que inmortaliza esta escritura en piedra es una reforma o ampliación de un antiguo horno que ya existía con anterioridad allí mismo.

La casa de la familia de Miguel Ángel y Dani está situada en uno de los lugares más peculiares de Villapalacios; al final de un estrecho pasillo de menos de dos metros de anchura, que crean las fachadas laterales de dos casas que dan directamente a la calle Charcos. Y la situación de la lápida en la fachada da pistas de que el aspecto de la casa no es el que debió tener en el pasado.

 

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Miguel Ángel Marín, en brazos de su madre Vicenta, junto a sus hermanas Soledad, Elisa y Pilar, en la puerta de su casa, en la que se ve ya la puerta convertida en ventana. / FOTO ARHIVO FAMILIA MARÍN


En una foto de finales de los años 50 del siglo pasado se ve a dos niñas (Gloria y Justa Losa) de la mano de una mujer, Carmen López Rodríguez. Al fondo se ve la casa, encalada, de una sola planta y la puerta ya está en su lugar actual, con un aspecto más parecido al que tuvo que tener en 1788. «Yo tengo 58 años y siempre la recuerdo así», apunta Miguel Ángel, que aparece en otra de las fotografías, con apenas un par de años, en brazos de su madre Vicenta, junto a sus tres hermanas en la puerta de la casa.  

Pero no hay duda de que la inscripción, con su metro de largo, que ahora está sobre una ventana, tuvo que ser el acceso principal a este horno, y que, en un momento impreciso, se cambió de ubicación.

El desplazamiento de la puerta, para convertirla en ventana, tiene que ver con la construcción en las inmediaciones de las dos casas que dan forma al largo pasillo de entrada, y que acabaron inutilizando esta entrada en su casi totalidad.

 

 

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La inscripción recuperada sobre la ventana, que tuvo que quedar inservible tras construirse con posterioridad la casa pegada apenas unos centímetros, y hubo que desplazarla. / DANI MARÍN.

 

 

La situación del antiguo horno en el callejero de Villapalacios permite lanzar una hipótesis, teniendo en cuenta las características de los edificios que la rodean: la línea de la calle Charcos en el siglo XVIII no era la actual, sino que vendría marcada por la fachada del horno, la casa en la que ha aparecido la inscripción, que podría ser el límite construido del pueblo, rodeado de corrales y solares, como se apunta en el catastro de 1752.

Y en ese sentido, Miguel Ángel y Dani explican que, en el lado izquierdo de su casa, siguiendo la línea de la fachada, pero detrás de la vivienda que está situada en primera línea de la calle, hay otra casa que ha quedado relegada en el interior.

 

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El callejón que conduce al número 12 de la casa de la calle Charcos de Villapalacios. Al fondo, a la derecha la inscripción sobre la ventana. / DANI MARÍN

 

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Detalle de un plano de los años 90 de la calle Charcos de Villapalacios. Sombrada en rojo intenso, la casa del número 12 en la que ha aparecido la inscripción de 1788.

 

En el documento de 1752 del Catastro de la Ensenada, en la calle Charcos aparecen citadas 18 construcciones (en la actualidad hay más de 30 casas en esta calle de entrada hacia el centro de Villapalacios); muchas de ellas son casas con habitaciones y cámaras, pero también un par de pajares, corrales para el ganado o con plantones de moreras, como se especifica y varias bodegas; por lo tanto, no son las casas que conocemos ahora.

En los primeros siglos de Villapalacios, desde finales del siglo XV hasta este siglo XVIII, la vida en Villapalacios se situaba en el núcleo alrededor de la plaza y las calles que llevaban hasta el actual mirador de La Glorieta y el antiguo castillo de San Miguel.

Sabemos por las Descripciones o Relaciones de Lorenzana que el pueblo tenía en 1782 (seis años antes de la inscripción) solo 584 habitantes (156 vecinos); pero que en 1844 (62 años después), la población casi se había duplicado y eran 902 habitantes (206 vecinos).

 

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Mapa con las calles que aparecen citadas en el Catastro de la Ensenada de 1752, 36 años antes de la inscripción, en el que se puede apreciar cómo Villapalacios era más pequeño y no había crecido más allá de la calle Charcos, que podía ser el final del casco urbano.

 

Quizá, repetimos que solo es una hipótesis, es en este o en otro de crecimiento económico y de población, cuando hay la necesidad de urbanizar nuevos espacios, y los solares y corrales que había junto al horno del concejo, se edificaron y pasaron a ser nuevas casas.

La casa de al lado del antiguo horno quedó en una segunda posición, pero esta, de titularidad pública y con una función de abastecer de pan a la creciente población, se mantuvo, creando esta singularidad urbanística en Villapalacios. Pero, repetimos, solo es una hipótesis.

 

 

LOS HORNOS DEL CONCEJO DE VILLAPALACIOS DESDE EL SIGLO XVI

En el Catastro de la Ensenada de 1752 se cita un segundo horno del concejo que estaba situado en la calle Palacio, actual Condes de Paredes. Según la descripción este, del que no sabemos su situación exacta, tenía: 17 varas de frente y seis de fondo. Estaba compuesto por una sola pieza, como el de la calle Charcos. Y lindaba con casas de Antonio Aguilar y con un solar del curato. Su alquiler anual estaba regulado en 100 reales, 20 más que el de la calle Charcos, que eran 80 reales.

Por las Ordenanzas Municipales de Villapalacios de 1590, que regulaban la vida de la localidad en el siglo XVI y siglos después, sabemos cómo se llevaba a cabo el arrendamiento de los molinos y de los hornos del concejo, que cada año o cada dos años se arrendaban con el fin de obtener beneficios.

Las personas que los arrendaban no estaban obligadas a repararlos, ya que eso era un deber del concejo, que también estaba obligado a rehacerlo y enlosarlo en caso de que se hundiera. Quizá es lo que pasó con el caso de la inscripción que recoge un momento en el que el Ayuntamiento llevó a cabo una gran obra.

El arrendador del horno si que tenía que dejar todos los útiles, «palas, palones y tablones» “tan buenos como los recibieron» al final del periodo en el que lo tenía arrendado. Y tenían que comprometerse a tenerlos «abiertos y bien aleñados».

La aparición de los alcaldes en la inscripción tiene que ver con que una de las obligaciones de este cargo municipal era, según las Ordenanzas de 1590, la de «tener bien abastecido el pueblo de pan y vino carne y aceite y pescado y los demás mantenimientos en los años de su oficio, de manera que no falten».

Y se especificaba que debían tener «especial cuidado con los molinos, hornos, y presas y casas de ayuntamiento, alhorí y carnicería, que no se caigan y apañen todo lo que es a su cargo. Y lo que el concejo tuviere de manera que antes vaya en aumento que no venga en disminución, so pena que sea a su culpa y cargo».

 

 

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