Historia de Villapalacios. Temas

 

Un molino romano de casi 2.000 años para producir aceite en Villapalacios (Albacete)

El artefacto localizado en un yacimiento arqueológico de la localidad sitúa el inicio del cultivo del olivo en el siglo III d. C. y proporciona la almazara más antigua de la comarca de Alcaraz

 

Por José Ángel Montañés, 7 de julio de 2023

 

 

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Perfil y vista superior del molino romano de Villapalacios; un molino que, por su forma, tamaño y las estrías que recorren su superficie exterior se usó para moler aceituna y producir aceite. Fue localizado, en fecha desconocida, pero hace más de cuatro décadas, en uno de los yacimientos arqueológicos del término municipal de la localidad. Se puede datar, por los elementos asociados, en el siglo III d.C. / FOTOS J. Á. MONTAÑÉS

 

 

Los documentos que hablan del pasado no siempre se han escrito. La localización e interpretación de objetos sin ningún tipo de grafía permiten también conocer y reconstruir la historia de un determinado lugar y sorprenden por todo lo que explican.

Llevábamos tiempo investigando el origen y la historia del cultivo del olivo y la obtención de aceite en Villapalacios; la primera actividad económica de esta población albaceteña. Se obtiene a partir de los 170.000 olivos que se cultivan actualmente, repartidos por 1.500 hectáreas del término municipal, que cultivan la mayoría de los habitantes de este pueblo situado en los límites de la provincia y de la comunidad de Castilla-La Mancha; una actividad que coordina y gestiona la Almazara Sierra de Alcaraz (que engloba también la producción olivarera del cercano Salobre) que da como resultado la comercialización de un aceite de gran calidad por sus características específicas y únicas en cuanto a su color, aroma y sabor.

 

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A mediados del siglo XV, en el inicio de la historia de Villapalacios no existían ni se cultivaban olivos en estas tierras, ya que los primeros arboles de esta especie se plantaron, según estas la documentación conservada, a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Y hasta ese momento los habitantes de esta villa tenían que comprarlo en localidades cercanas y no tan cercanas. Es lo que dijeron los vecinos que respondieron en las Relaciones Topográficas de Felipe II fechadas en 1578:

 

Y no tiene aceite, pero pan y vino y carne si hay medianamente, al año se coge para el pueblo, aunque ordinariamente parte del año van a comprar vino al Campo de Montiel y pan a ocho leguas de esta villa y el aceite y veinte leguas de esta villa y más.

 

Cada legua, en el antiguo sistema español de medidas, equivale a 5.572 metros, por lo que iban a comprar aceite a casi 100 kilómetros de distancia. Por lo tanto, no había aceite en Villapalacios, pero tampoco en ninguno de los pueblos de alrededor.

Pero ¿y si los primeros olivos se cultivaron mucho antes de que, incluso, existiera Villapalacios como tal?, ¿y si la obtención de aceite es tan antigua que nadie lo ha podido dejar por escrito; nadie se puede acordar o haber oído decir que fue una persona concreta la que plantó los primeros olivos e introdujo su cultivo en Villapalacios hace unas décadas?

 

 

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Diferentes imágenes del cultivo, recogida y consumo de aceitunas. Arriba, ánfora griega de figuras negras atribuida al pintor de Antímenes, 520 a. C., con la representación de la recogida por vareo de aceitunas; una escena (en la que sorprende ver a un hombre sentado en la copa del árbol) reproducida a la derecha. Abajo, a la izquierda, relieve de mármol que decoraba un frontal de un sarcófago romano en la que se ve otra escena de la recolección de la aceituna, esta vez cogida a mano (recolección a ordeño), empleando escaleras y cestas a la espalda. Fue encontrado en la ciudad de Córdoba y está datado entre final del siglo III y comienzos del IV. A la derecha, una copa con aceitunas representado en una pintura al fresco que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, Italia.

 

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En Villapalacios se conoce desde hace mucho tiempo un molino de piedra romano, al que durante muchos años se ha denominado, por su forma, «molde de una campana». Se localizó, en una fecha indeterminada, pero hace más de cuatro décadas, en uno de los dos yacimientos arqueológicos de ese periodo del término municipal, en el que abundan restos cerámicos que permiten fechar el conjunto entre los siglos II o III d. C. y, por lo tanto, tienen entre 1.800 y 1.700 años de antigüedad.

El molino, que se conserva en unos almacenes municipales, preservado de las inclemencias del tiempo y otros agentes (también humanos) que lo puedan alterar, es de piedra caliza y tiene forma troncocónica. Mide unos 50 centímetros de altura. Su base circular mayor tiene un diámetro de 70 centímetros, mientras que la superior no alcanza los 20 centímetros. En esta zona presenta una hendidura circular de unos 8 centímetros de diámetro.

La superficie exterior del molino está formada por unas marcadas estrías en forma de espiral que apuntan, con toda probabilidad, a su utilización para moler aceitunas y obtener aceite en una almazara, como destaca Yolanda Peña Cervantes, arqueóloga y profesora del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED, una de las mayores especialistas en el estudio de la producción del vino y de aceite en Hispania romana, tras conocer la pieza a partir de las fotografías que se le han hecho llegar:

«El molino tiene toda la pinta de ser oleícola. Tanto el material, una caliza, como las estrías marcadas, como la forma cónica y el tamaño apuntan a su utilización en una almazara».

Para esta experta, vicerrectora adjunta de Divulgación Científica de esta universidad: «La impresión general es que encaja bien con la tipología de los molinos de aceite de época romana».

 

 

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Otra vista superior del molino oleícola en la que se aprecian las estrías en forma de espiral de la superficie exterior. / FOTO J. Á. MONTAÑÉS

 

 

El molino fue incluido en 2002 en una publicación científica que estudiaba los dos yacimientos romanos localizados (en ese año) en el término municipal de Villapalacios: el de Matasancho y el de Prao Alcaraz, a partir de los restos, sobre todo cerámicos, encontrados en superficie (Montano, 2002: 219-238).

El yacimiento de Matasancho donde se encontró el molino, está situado a unos 900 metros del nivel del mar, en la zona conocida como el cerro de San Cristóbal, por la ermita dedicada a este santo que lo preside, en el margen izquierdo del río Mesta, que acaba fluyendo sus aguas en el Guadalmena, afluente del Guadalquivir. Se trata de una zona idónea como la que se solía buscar en los hábitats romanos cercana a los cursos del agua y con posibilidades para la explotación agrícola y ganadera.  

El cerro de San Cristóbal de Villapalacios, aunque situado dentro del territorio de la provincia romana de la Tarraconensis, estaba situado en el límite y contacto con la provincia de la Bética. Estaba también muy cerca del camino que unía las ciudades de Gades con Roma, llamada ‘Vía romana’ o ‘Camino de Hércules’; que pasaba por las inmediaciones de la población de Villanueva de la Fuente (Ciudad Real); un lugar por donde transitaban mercancías, ideas y pueblos y al que se llegaría a partir de caminos privados (iter) o vecinales (vicinales) (Rubí 2015: 63).

En las prospecciones realizadas para llevar a cabo la publicación del artículo publicado en 2002 se localizaron materiales de construcción, como sillares de piedra y muros de mampostería, tejas (tegulas), teselas de mosaicos (opus tessellatum), e, incluso la base de una columna (que se estudiará en otra de las entradas de esta página). En cuanto a las cerámicas recogidas que abundan por toda la superficie destacan los restos de grandes recipientes, como tinajas (lacus y luego dolia) y ánforas, para contener líquidos (no sabemos si de las de formas ovoides, las famosas Dressel 20, con capacidad para transportar hasta 70 litros de aceite); además de abundantes cerámicas comunes y restos de terra sigillata, la fina cerámica de mesa, con su característico barniz rojo de las paredes.

También se recogieron restos de escoria fruto de la producción de metales y varias monedas. Una es un sestercio acuñado durante el mandato del Alejandro Severo (que gobernó entre los años 222 al 235 d.C.) y otra es un antoniniano de Publio Licinio Galieno (entre 260 a 268 d.C.). Las dos remiten a una cronología del siglo III (Montano 2002: 221).

 

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El cerro de San Cristóbal de Villapalacios, presidido por la ermita dedicada a este santo. / FOTO J. Á. MONTAÑÉS

 

En el momento en el que se publicó este artículo, los estudios sobre este tipo de molinos romanos con estrías, aparecidos en muchas localidades, pero sobre todo del sur peninsular, se asociaban a las labores agrícolas relacionadas con la molienda de cereales como trigo y cebada, pero no con el cultivo y explotación del olivo y la obtención de aceite.

Pero los últimos trabajos que han abordado esta problemática han hecho incidencia en que los molinos con estrías en la zona de fricción y de mayor tamaño, llamados molinos de muelas horizontales o mola olearia se usaban, a diferencia de los lisos sin estrías, para la obtención de aceite a partir de la molturación de aceitunas. Algo que ha llevado a pedir a especialista como Peña el revisar estas atribuciones:

"No descartamos, evidentemente, que alguno de los ejemplos de molinos rotatorios cilíndricos publicados como destinados a la molienda de cereal estuvieran vinculados realmente con la elaboración de aceite. A estas piezas se les ha prestado tradicionalmente poca atención en la bibliografía y sus descripciones son generalmente parciales, cuando no meras menciones a su presencia en un determinado yacimiento" (Peña 2010: 66; nota 108).

Las estrías servirían, según estos estudios, para obtener un mejor rendimiento y, sobre todo, poder moler las aceitunas sin romper el hueso y así poder evitar que el zumo extraído tuviera mal sabor (Peña 2022: 241). El gaditano Columela, el mayor teórico de la agricultura romana nacido en el año 4 d.C., recomendaba que el hueso no se rompiera durante la moltura, ya que empeoraba la calidad y el sabor del aceite y loaba los beneficios de los mola olearia como el de Villapalacios, porque podían ser regulados en altura y así controlar la intensidad de acción de la molienda (Peña 2010: 36). En estos textos clásicos, sorprendentemente, ya se menciona el uso de los huesos de las aceitunas como combustible.

 

¿Cómo funcionaba este molino aceitero?

El molino romano de Villapalacios forma parte del denominado molino rotatorio cilíndrico; mayoritario en todas las provincias de Hispania. Son los mola olearia o mola suspensa que aparecen en las fuentes latinas que están formados por una parte fija (meta) de sección troncocónica, como la localizada en Villapalacios. Sobre ella se fijaba, gracias a un bastidor de madera, una parte movil (catilus), con forma de corona y sección triangular que sería accionada, por lo general, por dos operarios, aunque admite la fuerza de tiro animal. Estas piezas van situadas sobre una superficie circular de obra o piedra con una cara exterior en el que se deposita la aceituna triturada (Peña 2022: 241).

La masa obtenida tras triturar la aceituna (sampsa) se prensaba, mediante el uso de presas de vigas (praelum) y tornillo situadas junto al molino que conseguían que este fruto de gran dureza sacara su zumo. Estas enormes piezas contaban con un componente pétreo que hacía de contrapeso, que se solía colocar de forma exenta dentro de una fosa; unas instalaciones que demuestran que este tipo de molinos eran para el prensado de aceitunas y no para moler grano.

 

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Esquema de los diferentes tipos de molinos. Arriba a la izquierda un ejemplo de molino de muelas verticales o trapetum. A la derecha, un molino de muelas horizontales, mola olearia, (Peña 2012: 40).

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Otro esquema de cómo eran las piezas de los molinos de muelas horizontales o mola olearia, a la izquierda, e imagen de uno de ellos de la ciudad romana de Volubilis (Peña 2020: 237).

 

 

Tras la molienda y prensado se llevaba a cabo el decantado para separar el aceite del agua, el alpechín (amurca), que ocupa entorno la mitad del volumen de la aceituna. Se hacía de forma manual retirando el aceite que queda (tras un proceso de reposo) sobre el agua, o con sistemas mecánicos más complejos, que incluyen receptáculos conectados (structile gemella) que permiten en paso del aceite o del alpechín. En los yacimientos de la Bética aparecen en muchas almazaras grandes dolía de boca ancha a modo de lebrillos colocados en batería (Peña 2020: 243).     

El hallazgo de este objeto en Villapalacios, implica que existiera una almazara (torcularium) en el siglo III en la localidad y, por lo tanto, de una industria agropecuaria excedentaria en un momento preindustrial.

 

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Sala de prensado de la Casa 2 de Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla) articulada a dos alturas y con un espacio para moler la aceituna que conserva in situ una piedra de molino, meta, (en la parte superior izquierda de la imagen) como la localizada en Villapalacios. / FOTO INSTITUTO ARQUEOLÓGICO ALEMÁN DE MADRID; ( Teichner, 2001, fig. 38b).

 

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Una meta de un molino de aceite, como el Villapalacios, en el yacimiento de Volubilis, ciudad romana situada en el actual Marruecos, a unos 20 km al norte de la ciudad de Mequinez. / FOTO YOLANDA PEÑA (Sáez 2012: 70)

 

Lo más probable, es que, además, este aceite se comercializara para ser consumido en otras partes del imperio, sobre todo en Roma. En la capital este producto de Hispania en general y de la provincia de la Bética (más o menos, la actual Andalucía) en particular era muy apreciado desde la época de Augusto y durante más de dos siglos. Allí lo utilizaban para la alimentación, el cuidado corporal -perfumes y ungüentos-, rituales y para iluminar viviendas y edificios.   

Según Peña, la presencia de almazaras de aceite en Hispania se extiende por toda la Bética, pero, sobre todo, en tres grandes núcleos: en Málaga, alrededor de Antequera (entre los siglos I y III d.C.); en Córdoba, en la Sierra Subbética (siglos II y III d.C.) y entorno a la ciudad de Jaén (entre los siglos I y IV d.C.)     

Las almazaras se asocian a lugares en los que se producirían ánforas que permitirían comercializar este producto; algo que en el caso que nos ocupa de Villapalacios es difícil poder determinar ante la falta de excavaciones.

 

¿Quién pudieron ser los romanos que trabajaban el olivo en Villapalacios hace siglos?

En otro de los yacimientos romanos conocidos en Villapalacios, el de Prao Alcaraz (Los Majuelos) se localizó, además de restos cerámicos de almacenaje y un molino para el cereal (de menor tamaño que el de Matasancho y sin estrías), una lápida funeraria romana a finales de 1944, que ingresó en el Museo Provincial de Albacete en abril de 1945, donde se exhibe actualmente en una sus salas. En la documentación cruzada entre Ayuntamiento y las diferentes administraciones no se menciona el lugar exacto de procedencia de esta estela creada en arenisca local, pero en el trabajo publicado en 2022 se asegura que se pudo hablar con el dueño de la parcela y con la familia de la persona que la encontró mientras trabajaba que confirmaron que se localizó en este lugar de Prao Alcaraz (Montano 2022: 222).

Por la inscripción se sabe que el monumento lo encargó Callinus Ciprinus para su hermano (del que no aparece su nombre) fallecido a los treinta años. Según los expertos en epigrafía, el cognomina Crispinus es común en Tarraco, capital de la Tarracensis, provincia romana a la que pertenecían las tierras de la comarca de Alcaraz y aparece con cierta frecuencia en la mitad oriental peninsular. La lápida está datada, por las características formales de la lápida y los elementos epigráficos en la primera mitad del siglo II d. C. (Abascal 1990: 70).  

 

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Lápida funeraria romana del siglo II localizada en el yacimiento de Prao Alcaraz de Villapalacios en 1944 que se expone en el Museo Provincial de Albacete en las salas dedicada al periodo romano. / FOTO J. Á. MONTAÑÉS

 

En Roma existe una enorme montaña artificial, de un kilómetro de diámetro y 35 metros de altura, el monte Testaccio, creado casi íntegramente con los restos de ánforas que llegaban con aceite de la Bética, que estuvo activo entre los años 149 d.C. y el 257 d.C. En este lugar eran arrojadas las ánforas tras vaciar su contenido, ya que las Dressel 20 no eran retornables, entre otras cosas por su gran peso. Esta montaña de cerámica se excava desde hace años, pero en 2014 se calculaba que todavía se conservaban restos de unos 25 millones de piezas; un trabajo arduo, ya que el yacimiento, y la montaña, no tiene tierra; todo son fragmentos de cerámica y si se excava un metro cuadrado es un metro cuadrado de piezas de ánforas (Remesal 2014: 127-140).

No todas las ánforas se sellaban, pero todas eran marcadas con lo que conoce como tituli picti, llenos de información: el peso de la pieza vacía (unos 30 kilos), el peso del contenido (sobre 70 kilos); indicaciones de almacenaje; cómo extraer el líquido del interior y el nombre de los personajes vinculados con su comercio, que aparcen indicados como navicularii, mercatores, negotiatores y diffusores olearios. Conociendo y estudiando estos nombres se puede conocer el entramado de este importante comercio (Remesal 2014: 144).

 

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Dos ánforas de tipología Dressel 20 que se usaban de forma mayoritaria para el traslado de aceite desde Hispania a Roma y todo el imperio romano. Tiene una característica forma ovoide globular, boca de seta de sección triangular con marcado ángulo interior y cuello corto en el que nacen las dos asas verticales. El fondo se remata en pivote. La pieza de la izquierda proviene de Tarraco, la capital de la provincia Tarraconensis y la de la derecha de yacimiento subacuatico de Escombreras, en Cartagena. / MINISTERIO DE CULTURA. COLECCIONES EN RED. FOTO DE JUAN FRANCISCO GONZÁLEZ SANZ

 

 

Algunos de estos fragmentos recuperados llevan marcas e inscripciones de productores de aceite que pueden relacionarse con algunos de los pobladores romanos que habitaron el territorio de Alcaraz entre los siglos I y III d. C., como la familia de los Nigrinus y de los Alelius, vinculados por los expertos, posiblemente, con la tribu Galeria a la que fue adscrita por Augusto la ciudad romana de Libisosa en Lezuza (Sanz 2015: 66-69), situada a unos 50 kilómetros de Villapalacios.

La historiadora del arte Rubí Sanz se preguntaba en 2015 si los Aelius instalados en el yacimiento conocido como Casa del Indiano o Pizorro del Indiano, cerca de Alcaraz, de donde se recuperó una lápida de arenisca del siglo II con una inscripción dedicada a Aelia Lasciva por Lucius Aelius, tienen que ver con los comerciantes de aceite de la Bética de la familia de los Aelii Optati de los que han aparecido numerosas marcas en ánforas descubiertas en el Testaccio (Sanz 2015: 66-69).

La misma investigadora aseguraba que faltaban trabajos y evidencias, «aunque no podamos aseverar cultivos oleícolas en la zona de Alcaraz», algo que con la identificación de este molino romano usado en la producción de aceite cambia de forma radical.  

Habrá que estar pendiente de si entre los miles y miles de fragmentos de ánforas que todavía están por excavar del monte Testaccio de Roma aparecen marcas que indiquen que el aceite producido por la familia de los Crispinus, uno de cuyos miembros fue enterrado en Villapalacios, llegó hasta la capital del Imperio romano.

 

***

 

Al comienzo de este artículo se explicaba que hay documentos no escritos que explican historias y permiten conocer parte del pasado de un lugar. El molino de Villapalacios, si se identifica como oleícola, implica toda una serie de cosas en cadena:

 

- Que, en el término municipal de Villapalacios, durante el periodo romano, se cultivaban olivos.

- Que se cosechaban aceitunas que se molían con artefactos como el localizado en Matasancho.

- Que se disponía de tecnología e instalaciones, una almazara, para prensar la pasta molida.

- Que para envasar el aceite había que disponer de envases, las famosas ánforas Dressel 20.

- Que el yacimiento tiene que contar con un taller alfarero para crear estas ánforas.

- Que el excedente, se pudo vender y exportar a Roma y otros lugares del Imperio romano.

- Y que hasta que aparezcan o se pongan en valor hallazgos similares al molino oleícola de Villapalacios, el centro de producción de aceite que hubo en esta localidad es el más antiguo de toda la comarca de Alcaraz y alrededores, algo que otorga pedigrí al 'oro verde' que se produce año tras año en estas tierras.

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

ABASCAL PALAZON, J. M. (1990). Inscripciones romanas de la provincia de Albacete, Instituto de Estudios albacetenses, Albacete.

MONTANO ALGABA, Petra (2002). «Nuevos asentamientos romanos en Villapalacios: Matasancho y Prao Alcaraz», en: II Congreso de Historia de Albacete. Vol. I. Arqueología y Prehistoria. Instituto de Estudios Albacetences. Albacete, 2002, pp. 219-238.

MORALES ORTIZ, Silvia Mª. (2008). «Molinos romanos localizados en el término municipal de Montilla (Córdoba)», en: Boletín de la Asociación Provincial de Museo Locales de Córdoba, número 9, pp. 131-151.

PEÑA CERVANTES, Yolanda (2010), Torcularia.  La producción de vino y aceite en Hispania. Tarragona, Instituto Català d’Arqueologia Clàsica (ICAC), volumen I, 284 pp. y volumen II, 764 pp. 

- (2012) «Variantes tecnológicas Hispanas en los procesos de elaboración de vino y aceite en época romana», en: De vino et oleo Hispaniae. AnMurcia, 27-28, pp. 37-57.

- (2014) «Bodegas y almazaras en Hispania: Estructuras y ámbitos de producción», en: Arifices idóneos. Artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. Anejos a Archivo Español de Arqueología LXXI. CSIC. Mérida, págs. 211-269. 

- (2020). «La elaboración de aceite de oliva en la Bética romana. Técnicas y procesos», en: Homenaje a la profesora Carmen Fernández Ochoa. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, págs. 235-245.

- (2022). «El aceite de oliva en el mundo grecorromano antiguo». Conferencia dentro del ciclo Comida y bebida en el mundo antiguo. Museu Fundación Juan March, Palma de Mallorca, el 22 de octubre de 2022.

REMESAL RODRÍGUEZ, José (2004). «Las ánforas Dressel 20 y su sistema epigráfico». Epigrafía anfórica. Proyecto Amphorae, Col·lecció Instrumenta 17. Universitat de Barcelona; pág. 127-148

SANZ GAMO, Rubí (2015). «El mundo romano: economía y sociedad», en: Alcaraz y su alfoz. El testimonio del tiempo. Asociación para el desarrollo del Ecomuseo de la Sierra de Alcaraz y Campo de Montiel de Albacete, pág. 63-70.

SAEZ FERNÁNDEZ, Pedro (2012), «La ‘suspensa mola’ de Columela y las ‘molae oleariae’», en: De vino et oleo Hispaniae. AnMurcia, 27-28, pp.59-75

TEICHNER, Fèlix (2001), «La casa num II de Munigua. Un complejo de producción de aceite en Sierra Morena», en: Ex Baetica amphorae, IV, Écija, 1343-1348.

 

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