Luis Manrique de Lara fue cura en las localidades albacetenses de Villapalacios y Riópar durante la primera mitad del siglo XVI. Hijo bastardo de Rodrigo Manrique, III Conde de Paredes, ingresó en la capilla del emperador Carlos V y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos del momento como Capellán Mayor y Limosnero Mayor de la Capilla Real de Felipe II.
La vida de Luis Manrique, que permaneció relacionado con la corte de los Austrias durante más de cuatro décadas fue prácticamente desconocida hasta hace poco, apareciendo citado de forma puntual en algunos trabajos, pero sin ningún apunte biográfico.
El trabajo llevado a cabo en los últimos años ha permitido realizar una primera aproximación a este personaje, y desde el año 2002 contamos con una primera biografía tras la presentación en el II Congreso de Historia de Albacete de la comunicación titulada Luis Manrique de Lara, cura de Riópar y Villapalacios, capellán de Carlos V y Limosnero Mayor de Felipe II, que luego fue publicada en las actas del mismo.
Aquí, aparte de una síntesis del trabajo realizado para este artículo, realizamos la trascripción de los documentos que consideramos fundamentales utilizados como base para ese trabajo y aportamos los nuevos datos sobre su biografía conocidos tras la presentación del 2002.
Firma de Luis Manrique de Lara en 1581, cuando era Limosnero Mayor de Felipe II (Archivo General de Simancas)
FAMILIA, INFANCIA Y PRIMEROS AÑOS
Luis Manrique era hijo bastardo de Rodrigo Manrique de Lara, III Conde de Paredes, y de una mujer de Paredes de Nava, cuya identidad no conocemos. El padre de Luis Manrique fue un destacado protagonista de la vida política y militar del siglo XVI, y miembro de una de las familias más poderosas de la nobleza castellana desde la Edad Media hasta el final de la Edad Moderna, los Manrique de Lara.
Rodrigo Manrique participó en numerosos actos con los Reyes Católicos y volvió a tomar posesión de los lugares que el rey Juan II había concedido a su padre, el II Conde de Paredes, tras la toma de Huéscar, en el reino de Granada en 1436.
No conocemos la fecha de nacimiento de Luis Manrique, pero sí que fue en Paredes de Nava. Esta localidad de Palencia era la capital del condado de Paredes que tenía su prolongación en el señorío de las Cinco Villas de la Sierra de Alcaraz, que comprendía las localidades de Villapalacios, Bienservida, Riópar, Villaverde y Cotillas.
Rodrigo Manrique cedió en 1526 el condado a su hijo primogénito Pedro Manrique y se retiró a sus posesiones del sur, donde se casó con Ana de Jaén. En 1536, tras fallecer reconoce en su testamento a 26 hijos de los 32 que parece que llegó a tener. Nueve con su primera mujer, Isabel Fajardo Chacón; seis con la segunda, Ana Manrique, y el resto bastardos.
No sabemos nada de la infancia de Luis Manrique, ni de cómo fue criado, si lo hizo junto a su madre o en el hogar paterno con el resto de sus hermanos. En el testamento de su padre se cita, por lo que llevó sus apellidos. En este testamento, pedía a Pedro Manrique, su primogénito y heredero, que velara por el bienestar de sus hermanos, legítimos e ilegítimos, y de la que había sido su segunda mujer, Ana Manrique.
No sabemos con detalle cuál fue el comportamiento del IV Conde de Paredes con todos sus hermanos, pero sí que abandonó y se olvidó por completo de la segunda mujer de su padre, tal y como que se le reprocha duramente en el testamento de Ana Manrique, conocido tras la muerte de ésta en 1558, donde le acusaba de abandono y acoso económico tras las muerte de su marido.
Luis Manrique, como hijo bastardo, y pese al reconocimiento de su padre, no tenía derecho a participar de la herencia paterna. Incluso, Rodrigo Manrique no dejó establecido para este hijo ningún legado ni ayuda para estudio o formación, cosa que sí hizo con alguno de sus hermanos y hermanastros.
INGRESO EN LA CAPILLA REAL DE CARLOS V
El hecho de haber nacido en Paredes de Nava tuvo que propiciar un acercamiento y una relación familiar de Luis Manrique con los hijos legítimos del primer matrimonio de su padre. El 10 de julio de 1537, Luis Manrique ingresa en la Capilla Real de Carlos V. En la cédula de ingreso, conservada en el Archivo de Simancas, aparece mencionado como hermano de Pedro Manrique, por lo que recibió el respaldo de éste en sus aspiraciones a entrar en esta prestigiosa institución, una de las mejores salidas laborales que podía haber para cualquier persona, legítima o no, en la España del siglo XVI.
La Capilla Real de Carlos V, en la que ingresa Luis Manrique, es la que atiende el servicio religioso personal del monarca, de la familia real y de la corte en general.
Se rige por unas normas de funcionamiento y organización rígidas, y está bajo el mando de un capellán mayor. Las normas las estableció Juan II de Castilla en 1436, y fueron ratificadas por los Reyes Católicos en 1486 y sus herederos, primero Juana y Felipe el Hermoso y luego Carlos V y Felipe II sin modificarlas de forma sustancial. Con la introducción del ceremonial y organización de la casa de Borgoña, sobre todo a partir de 1548, la capilla de la casa de Castilla tuvo compartir con la “Grand Chapelle” y “Petit Chapelle” borgoñonas las funciones religiosas que hasta ahora tenía en exclusiva.
Según la cédula de ingreso, firmada por Francisco de los Cobos, a Luis Manrique se le asignan 8.000 maravedís anuales de quitación o sueldo (21,9 maravedís diarios), y otros 7.000 maravedís más de ayuda de costa.
ESTUDIANTE EN SALAMANCA Y ALCALÁ DE HENARES
La vida reglamentada y austera de la capilla real del emperador Carlos, debió esperar unos años para Luis Manrique ya que su ingresó se realizó de facto pero no de hecho en esta capilla. Por documentos de fecha posterior a la cédula real, sabemos que Luis Manrique estaba en estos momentos lejos de la corte imperial de Valladolid: en la universidad de Salamanca.
El pago de los sueldos y ayudas ordenados, a los que tenía derecho Luis Manrique como nuevo capellán, estuvieron lejos de cumplirse y obligaron a realizar una serie de cédulas, cartas de poder y documentos notariales que acreditaban el derecho a recibirlos pese a no estar presente en la capilla y en la corte vallisoletana. Estos documentos nos han permitido saber el periodo de formación y estudio de Luis Manrique.
Desde noviembre de 1537, pocos meses después de su ingreso en la capilla real, se suceden documentos, que nos van proporcionando datos en forma de goteo: el tiempo, la especialidad, sus compañeros de estudio, las materias y profesores que tuvo a lo largo de los años.
Sabemos que estudió cánones en Salamanca y por lo tanto estudió las recopilaciones de las Escrituras Sagradas, cánones de concilios, y decretos de papas.
Al menos realizó tres cursos completos. No tenemos constancia de que obtuviera la graduación de bachiller en cánones, ni mucho menos la de licenciado, ya que nunca aparece titulado como tal.
Su estancia en Salamanca concluyó el día de San Lucas de 1538, día en el que se incorporó a otro centro de formación: la Universidad de Alcalá. No sabemos los motivos que le llevaron a abandonar Salamanca, y posiblemente a dejar sin concluir sus estudios de cánones. Sorprendentemente y pese a la posibilidad de seguir estudiando la misma especialidad, en Alcalá se matriculó en una facultad diferente: la de Artes.
Los datos de su estancia en Alcalá de Henares nos los proporcionan, una vez más, los documentos creados para probar su estancia en esta Universidad, que impedían su presencia en la capilla real, y ocasionaban retraso en el cobro de su sueldo.
En estos documentos presenta testigos a favor, uno de ellos, Gregorio Rodriguez, que afirma ser natural de Villapalacios. Nada sabemos de este Gregorio Rodríguez con anterioridad, tampoco sabemos nada de lo que hizo tras sus estudios. El caso es que un vecino de Villapalacios fue compañero de estudios de Luis Manrique desde 1537 hasta finales de 1539 en Salamanca y Alcalá, formándose en cánones primero y luego en artes.
Los estudios de Artes, lejos de lo que a primera vista pueda sugerir, comprendían el conocimiento de materias tales como la lógica, la física y la metafísica. Estos estudios se consideraban necesarios para aspirar a una facultad superior, como la de teología, derecho canónico o medicina
Imaginamos cuál había sido la situación de estos años de estudio: Luis Manrique constaba como capellán de la capilla real, pero por los documentos hasta ahora relacionados, su presencia en ella había sido escasa o nula. Los receptores de la capilla, encargados del control de la presencia o no de los capellanes, dejarían en manos de los interesados el probar el motivo de esa ausencia mediante documentos. Una vez probada, se procedía al pago del sueldo pactado, sin duda muchos meses después de lo que estaba estipulado.
El periodo de formación de Luis Manrique concluye posiblemente en mayo de 1541, momento en que se incorpora a la corte. El 17 de noviembre de ese año, Rodrigo de Villalobos confirma por escrito que Luis Manrique “... vino a esta corte en fin del mes de mayo y estuvo en ella asta en fin del mes de agosto...”. Habían pasado cinco años desde la primera noticia relacionada con su ingreso en la capilla real y los documentos nos confirman que había estado ausente en todo momento.
La situación tuvo que ser poco agradable para nuestro capellán y universitario: era un recién llegado, un “nuevo” capellán que se incorporaba por primera vez a la disciplina y ceremonial de la capilla y de la corte, pero un individuo curtido por la vida universitaria y con una sólida formación en legislación eclesiástica, en filosofía, lógica y metafísica.
Luis Manrique pasó los siguientes años, según sabemos hoy, dentro de la disciplina de la capilla, cumpliendo las ordenanzas y cometidos propios de su cargo como capellán.
CURA EN RIÓPAR Y VILLAPALACIOS
Dos años después, en 1543, lo encontramos desarrollando otra labor lejos de allí: siendo cura en Riópar y Villapalacios, dos localidades que, como ya vimos, estaban muy ligadas a su familia. En estos momentos y tras la muerte de su hermano Pedro Manrique, el 18 de mayo de 1539, el V Conde de Paredes era Antonio Manrique sobrino de Luis Manrique. Las localidades del señorío de las Cinco Villas seguían en posesión del conde, pero sin duda las relaciones no serían muy cordiales con los parientes que dejó Rodrigo Manrique a su muerte en Villapalacios y que fueron abandonadas a su suerte por el anterior Conde de Paredes.
Lo que más nos sorprende a partir de este momento es la capacidad de movilidad de nuestro protagonista. En una época en la que la mayoría de los viajes se hacen por necesidad, debido a lo penoso e inseguro de los caminos, Luis Manrique realizará numerosos viajes desde la corte a las localidades de Riópar y Villapalacios, alternando sus obligaciones como capellán real y como cura rural.
De la labor realizada en Riópar poco sabemos en la actualidad, ya que la escasez de documentos sólo nos permite saber cuándo estuvo allí por las fechas en las que bautizó. Lo podemos situar desde 1543 en Riópar hasta agosto de 1553. Asimismo, desde 1544 gozó de los beneficios de la parroquia de Villapalacios, siendo cura de allí, hasta 1558.
La vida llevada a cabo en estas localidades rurales de mitad del siglo XVI tuvo que contrastar notablemente con la vivida hasta ahora. El mundo universitario y el de los fastos de la corte en contraposición con la vida sencilla y humilde de los vecinos de estos lugares debieron de impresionar a Luis Manrique. Siempre a caballo entre dos mundos diferentes, la sensación que más le acompañaría sería la de estar fuera de todo y de todos: hijo de un conde, pero sin plenos derechos por ser bastardo, capellán del emperador, pero por sus ausencias un novato poco dotado para la vida real. Ahora se establecía como cura en los dominios donde vivía la familia no reconocida de su padre. Quizá Luis Manrique hizo de vínculo de unión en esas dos partes de la familia que estamos seguros no habían gozado de una relación cordial hasta ese momento.
Primera página de las Actas de Bautismo de la Iglesia de San Sebastián de Villapalacios, fechada en 1548, donde se menciona a Luis Manrique. Archivo Diocesano de Albacete.
Durante esos años en Villapalacios, sabemos que mandó construir una nueva sacristía en la iglesia de San Sebastián. Los datos los conocemos por un documento, bastante mutilado, que nos ha llegado de forma casual. Mandó construir la capilla y donó una cruz de metal y el guión o pendón del santísimo sacramento y pagó los adornos de yesería que adornaban la sacristía.
También realizó un documento excepcional, por la cantidad de información que nos da. Se trata de Razon de las sepolturas que ay en la iglesia de Villa Palacios, documento ya publicado por nosotros, y donde con una letra excepcional, recoge los enterrados en el interior de la iglesia, así como el nombre de los dueños de las tumbas y los precios de las mismas en función a la proximidad o lejanía del altar. El estudio en profundidad de los datos que allí se dan permite conocer relaciones familiares, oficios y posición económica de muchos de los vecinos de Luis Manrique, alrededor de 1558.
Luis Manrique también instituyó la obligación de enseñar la doctrina cristiana en esta localidad y por los metodos de enseñanza de la misma, realizó una importante labor de alfabetización, mediante la memorización y copia de partes del catecismo. Esta orden se extendió más allá de su muerte, tal y como vemos en documentos fechados con posterioridad donde se nombra a personas para impartir estas enseñanzas, con dinero proveniente del testamento de Luis Manrique.
Incluso en 1595, un vecino de Villapalacios, Pedro López Osorio, se desplazó a Madrid, y pidió a Gómez de Arce, capellán del rey, dinero del testamento de Luis Manrique, con el fin de que se pudiera cumplir su voluntad:
Los continuos viajes de Luis Manrique desde la corte a las localidades de Riópar y Villapalacios, no fueron los únicos que hizo a lo largo de estos años. El primero del que tenemos noticia es en el que protagonizó un incidente de forma involuntaria. Martínez de Silíceo, maestro del príncipe Felipe, le escribe una carta para contarle cómo se ha desarrollado el viaje de la comitiva imperial, que había ido a recibir a la princesa María a la frontera de Portugal para acompañarla camino de su boda con el futuro rey. La carta fechada el 1 de noviembre de 1543 en La Zarza dice entre otras cosas:
“¡Sea Dios loado!, ningún desastre hasta el día de hoy ha habido si no es una caída que dío Don Luis Manrique, en Badajoz, de un caballo, que casi quedaron muertos... El caballo murió...; de él no he sabido cómo le va ...”.
Por suerte, y aunque lamentemos la muerte del caballo, nuestro capellán sobrevivió, aunque seguro que se llevó un tremendo susto, si fue lo único digno de mención que le contaba el maestro a su discípulo de un viaje que duró más de un mes.
De la carta podemos deducir una cosa interesante: pese al poco tiempo que Luis Manrique había pasado en la corte, era lo suficientemente conocido como para ser llamado por su nombre en una carta dirigida al príncipe Felipe y que éste lo conociera. Silíceo podía haber dicho “un capellán”, o “vuestro capellán” pero lo llama por su nombre, sabiendo que Felipe lo conocería sin más explicaciones.
En 1556 escribe al secretario del rey un memorial en el que le pide con urgencia un pasaporte que permita traer unos cofres de libros desde el puerto de Barcelona, que venían de Flandes eran breviarios, misales y estampas.
Los años pasados en las posesiones del sur de los Condes de Paredes, no impidieron que mantuviera el contacto con la familia “legítima”. Estuvo presente, en el contrato que hizo su sobrino, Antonio Manrique, V Conde de Paredes y los Duques de Nágera sobre la separación de sus casas, en las capitulaciones del matrimonio entre Inés Manrique y el hijo de los de duques de Nájera.
SUMILLER, LIMOSNERO Y CAPELLÁN MAYOR
Carlos V había heredado de sus padres y abuelos un conjunto de estados muy diversos que se regían por normas y órganos muy diferentes unos de otros. El emperador respetó estos órganos y mantuvo las costumbres y ceremonias de los diferentes países. Él, educado en los usos y costumbres del Ducado de Borgoña, se hizo acompañar en sus viajes por Europa por un séquito de cortesanos regidos por el ceremonial borgoñón, el más refinado, pero mantuvo, el ceremonial y la corte castellana. Las dos casas evolucionaron de forma paralela, pero muchas veces confluyeron e intercambiaron personal.
Pese al poco tiempo que Luis Manrique estuvo presente en la corte y en la capilla real, su proyección dentro de la misma sufre un importante empuje al ser designado sumiller de cortina y oratorio.
Dentro de la organización de la casa de Borgoña, el de sumiller de oratorio y cortina era un cargo adscrito a la capilla que realizaba las misas rezadas del rey, la Petit Chapelle. El sumiller de oratorio tenía como funciones primordiales custodiar todos los ornamentos y libros de Devoción, Horas y Cuentas que utilizaba el Soberano; conocer el horario de las misas para tener avisado al capellán que debía oficiarlas y durante la misa “...estar junto al oratorio para abrir y cerrar las cortinas quando se trae el Evangelio o Paz a su Magestad...”.
En este momento, Luis Manrique tiene dos cargos, o si preferimos, realizaba dos trabajos: capellán y sumiller, en dos administraciones diferentes que coexisten; la casa castellana y la casa borgoñesa, cada una con un presupuesto y personal diferentes.
Desde al menos 1569, asciende al máximo escalafón dentro de la organización de la “Petit Chapelle” y aparece como limosnero mayor. Así se llama él mismo cuando el viernes Santo de ese año solicita perdón para un desterrado. Si esta fue su primera intervención como limosnero, no tuvo un buen comienzo, pues el grueso expediente y la carta de presentación acaban con un escueto “no ha lugar”.
El de limosnero es un cargo de la corte de Borgoña que tiene como misión fundamental distribuir el dinero que el soberano daba para limosnas. En ausencia del Capellán Mayor de la “Grande Chapelle” lo sustituye, cosa que ocurría con frecuencia. Entonces gobierna la capilla. Durante las misas rezadas el limosnero llevaba el Evangelio y el portapaz al soberano. Es el encargado de bendecir la mesa cuando el rey come, tanto en público como en privado.
En el transcurso de los años y debido a la duplicidad de cargos en las diferentes casas y capillas se produce una simplificación lógica, y el limosnero mayor sustituirá, como jefe único, al primer capellán de la capilla borgoñona. Esto hará que el limosnero mayor pase a ser la segunda persona en importancia dentro de la capilla real tras el capellán mayor de la Casa de Castilla, y el que le sustituye en su ausencia.
El cargo de capellán mayor, estaba adscrito al arzobispo de Santiago, siempre ausente de la corte y por lo tanto, sustituido continuamente por el limosnero mayor. En 1569 Felipe II obtiene del papa Pío V una bula podía nombrar para este cargo a personas diferentes al arzobispo gallego. Según algunos investigadores a partir de 1583, Felipe II, en un intento de clarificar la máxima autoridad de esta institución unifica en una sola persona los cargos de capellán mayor y de limosnero mayor. Sin embargo, podemos afirmar que Luis Manrique fue la persona que por primera vez disfrutó de los dos cargos y con anterioridad a la fecha propuesta por estos investigadores. Al menos desde el 30 de enero 1575 ostenta el cargo, tal y como vemos en varios documentos y menciones.
Vicente de la Fuente y Luis Salazar de Castro, le atribuye los dos cargos todas las veces que lo cita en su obra: “... Felipe II le diò despues los puestos de su Capellan mayor, y Limosnero mayor, y ya los servia el año 1570 ...”. y aporta un dato incuestionable: el 17 de agosto de 1578 se firmó en Madrid, la escritura de patronazgo del Monasterio de San Francisco de Villaverde y allí se le denomina con los dos títulos: “DON LVIS MANRIQUE DE LARA, Limosnero Mayor, y Capellan Mayor de la Magestad Catolica de el Rey Don Felipe, dize...”.
Sus vecinos en las Relaciones Topográficas de Villapalacios de 1578, lo llaman así.
TRASLADO DE LOS CUERPOS REALES A EL ESCORIAL
Tras su vuelta de los Países Bajos en 1559, Felipe II se había planteado la construcción de un gran complejo arquitectónico que le sirviera a la vez de lugar de retiro y de palacio, y lugar de entierro de su familia difunta, sus padres y hermanos: el Real Monasterio de San Lorenzo El Real de El Escorial.
Conforme las obras de construcción, que habían iniciado en 1563, se iban completando, el rey decidió trasladar las más preciadas reliquias que podía atesorar: las de los cuerpos de sus familiares.
En 1573 las obras no habían concluido, pero el rey decide reunir de forma provisional, todos los cuerpos reales que estaban diseminados por la geografía española:
Conocemos la reglamentación precisa que elaboró el mismo rey mediante cédulas donde se organizaba todo a la perfección. La operación, que significó un gran trabajo de estrategia y planificación, seguramente estuvo en la mente del rey durante todos los años que duraron las obras, pero se resolvió de forma precisa en apenas un mes. Documento a documento se van enumerando los pasos, ceremonias, oraciones y procesiones que estos entierros dieron lugar. En toda esta operación Luis Manrique, su Limosnero Mayor, y Martín de Gaztelu, su secretario, tuvieron un papel muy destacado, tal y como queda reflejado en la documentación depositada en el Archivo de Simancas, donde se da cuenta de los preparativos y ceremonias programadas para esta labor.
Luis Manrique y Gaztelu recibieron el encargo expreso de recoger en Yuste al emperador y a todos los demás familiares que hasta allí habían sido llevados desde Merida o desde Granada. Todo debía hacerse “según la nota que lleva Luis Manrique”
Luis Manrique también había recibido el encargo de elaborar el adorno del gran túmulo que se mandó hacer para el funeral de los cuerpos reales en el Escorial.
Grabados que representan la recepción de los cuerpos reales en El Escorial, publicado en Memorias de Fray Juan de San Jerónimo y la planta del Real Monasterio de San Lorenzo El Real de El Escorial, construido entre 1563 y 1573 por el rey Felipe II.
LA JUNTA DE REFORMACIÓN DE 1574
El Concilio de Trento, concluido en 1563, invitaba a los reyes a aplicar los acuerdos adoptados en sus respectivos reinos. El Rey Católico, a pesar de su sincero propósito de cumplirlos, tuvo grandes problemas, sobre todo por las diferentes interpretaciones que el papado y la monarquía tenían de los cánones aprobados en este concilio.
El aspecto que más problemas planteó en la adaptación de las reformas religiosas fue la “reformación” de las costumbres a las nuevas normas de conducta que la Monarquía pretendía instaurar. La “Junta de Reformación”, convocada en 1574 por el monarca, debía definir la ortodoxia de las costumbres y tomar decisiones respecto a los vicios públicos. Uno de sus miembros fue Luis Manrique. Todos sus componentes formaban parte de la facción que detentaba el poder en esos momentos en la corte filipina: la “castellanista”, por la importancia que concedían a este reino en el conjunto de la monarquía, frente a la corriente “papista”, obediente a los intereses apostólicos.
La Junta discutía y analizaba los diferentes memoriales enviados a la corte donde se denunciaban conductas sociales impropias: decoro en los trajes de los consejeros, prostitución femenina, juego, homosexualidad, lujuria en comedias y entremeses, etc.
MEMORIAL DE ADVERTENCIAS DE 1575 Y “PAPEL A PHILIPPO 2” DE 1577
A finales de la década de los setenta, las críticas y el descontento hacia el gobierno de Felipe II se hicieron generalizadas, sobre todo ante la mala situación económica que se vivía, tras varios años de sequías y hambrunas. El pensamiento providencialista del monarca le llevaba a asociar la mala situación política y económica con la relajación moral de la sociedad, e incluso con un mal gobierno, y el consecuente castigo divino.
En esta época Felipe II le pide a Luis Manrique, persona de plena confianza relacionada con la corte y con él mismo durante más de treinta años, que ponga por escrito cuáles son esas críticas generalizadas y sus opiniones sobre la situación. Los documentos elaborados por Luis Manrique han sido calificados por algunos autores como de piezas mayores de la literatura política de la segunda mitad del siglo XVI.
Felipe II pintado por Sofonisba Anguisciola en 1573. Detalle. Museo del Prado, Madrid.
Dos son los documentos que conocemos que le han sido atribuidos. El primero de ellos fue escrito en 1575, en concreto el 5 de marzo de ese año. Es el denominado Memorial de advertencias a Phelipe 2º, documento depositado en el Archivo de los Duques de Alba de Madrid.
El texto critica la usura y poca cristiandad de los ministros, la ausencia de consultas a personas expertas en materias de gobierno; condena de la usura; la venta de oficios; la venta de la caza; y la venta de pueblos y vasallos de la iglesia.
El texto concluye deseando al rey
“... su salvacion la qual desea el que esto escribe como la suya propias, no dire su nombre por que solo se pesen las razones... besa los reales pies de V.M. su indigno capellan.”.
En 1577, escribe una segunda carta en la que vuelve a insistir en los mismos planteamientos, aunque el enfoque es diferente. Según Fernando Bouza, se trata de la presentación más completa de los cargos que contra Felipe II se hacían en la década de 1570. En este caso el texto está depositado en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, y existe una copia del mismo en la Biblioteca Británica de Londres.
Esta carta se centra más en la figura del rey y sobre ella se vierten todo tipo de críticas. De los favores divinos de la primera época del reinado, se pasa al abandono de Dios e incluso el castigo, atribuido al mal gobierno de consejeros e incluso del monarca: siempre encerrado, con sus papeles, negociando por billetes y escritos, gobernando “tarde y mal” y no personalmente. Luis Manrique le dice incluso que Dios no lo había enviado al mundo para leer ni para escribir, sino:
“... Para que fuesen y sean Publico y patentes oraculo a donde todos sus subditos vengan por Respuestas y por Remedio de sus necesidades y travajos y Consuelo de sus afliciones lo qual todo llevan nuebos y muchas vezes con solo aver Visto la cara de su Rey y llevar una palabra buena de su voca y si algun rrey en el mundo dio Dios esta gracia es a V.M. y por esso es mayor la culpa de no manifestarse a sus subditos...”.
Se le acusa de encerrarse en “...una Torre sin puertas y sin ventanas para no ver a los hombres ni que ellos pudiesen ver a V. M....”. El estar encerrando era lo que motivaba que el rey no fuera consciente de las quejas y lamentaciones de su pueblo, y del desconocimiento de los males que le afectaban.
Se le recrimina además: la falta de confesor, para “curar el alma”; de hacer perder las haciendas a los que se dirigen a la Corte a dirimir sus asuntos, por lo mucho que se tarda en dar respuesta a sus peticiones; de ir poco a escuchar sermones y luego ser visto en público; o de arruinar al pueblo y a las iglesias por los impuestos desmesurados.
Fernando Bouza sitúa este escrito dentro de la corriente de rumores, coplas, papelones, pasquines y libelos, que inundaron este periodo del reinado de Felipe II, pero hay una gran diferencia con respecto al resto de acusaciones. Este papel, o incluso, los dos documentos, son hechos por encargo real:
“...Vuena razon para dar esta quenta a V. M. de palabra y por escrito como me fue mandado no lo he hecho hasta ahora que el casso presente me ha hecho tomar la pluma...”
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Y lejos de ser castigadas estas acusaciones, como ocurrió en otros casos, el propio rey pareció tomar buena nota de las recomendaciones, tal y como se observa al margen del texto original, donde Felipe II fue apuntando o subrayando los aspectos que más le interesaban.
Varios son los apuntes de carácter personal dentro del documento, que demuestran las cercanía del autor con el rey: al recordarle una emotiva conversación en Madrid, “con lágrimas en los ojos”, tras la notable mejora del príncipe Carlos; y otra al mencionar que “Yo he sido cura, como V.M. bien saue ... y se de lo poco que pueden los curas con el pasto espiritual de la doctrina quando acuden a sus feligreses pobres...”, que remonta a su época como cura rural en Albacete, treinta años antes.
EL NUNCIO FELIPE SEGA, LOS DESCALZOS Y SANTA TERESA DE JESÚS
En estos años Santa Teresa de Jesús lo cita en algunas de sus cartas, en concreto ocho. Siempre agradecida por el papel que había jugado en el juicio a sus colaboradores, en especial Jerónimo Gracián y sobre todo por su papel en el conflicto de separación de los Descalzos de la administración de los Calzados que concluyó en 1580.
Santa Teresa de Jesús, de José Ribera. Óleo sobre lienzo, 129,5x104,4 cm
EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO EN VILLAVERDE
Pedro Manrique, II Conde de Paredes, y abuelo paterno de Luis Manrique, había mandado construir un convento franciscano en Villaverde en 1477, a semejanza del construido por su antepasado, el Adelantado de León, en Paredes de Nava:
En el siglo XVI, los datos acerca del monasterio nos los proporcionan los entierros y las donaciones que realizaron diferentes miembros de la familia Manrique:
Los años vividos por Luis Manrique, como cura en Riópar y Villapalacios, tuvieron que ponerlo en contacto con este monasterio, donde estaban enterrados entre otros su padre y su abuela paterna. Según Luis Salazar y Castro en la reforma del mismo se gastó mas de 4.000 ducados.
Tras la reforma obtuvo Escritura de Patronazgo en agosto de 1578 del monasterio de San Francisco de Villaverde, que lo reconocía como patrón del mismo. Y adscribía por siempre este patronato a los Manrique.
Seguramente, este “humilde capellán”, como en alguna ocasión se llamó, sintió la necesidad de emular a su rey, que algunos años antes había construido un monasterio donde se haría enterrar junto a su padre. Lo curioso es que no nos consta que ninguno de los treinta y dos hijos del conde Rodrigo se hiciera enterrar en este monasterio, junto a su famoso padre, excepto nuestro Luis Manrique.
Poco más sabemos de este monasterio, ya que en la actualidad apenas quedan restos del mismo. Donde se levantó el monasterio, hoy hay un espléndido olivar, y tan sólo son visibles algunas conducciones de agua y galerías subterráneas, que dejan ver, no obstante, lo importante de la construcción.
En el Archivo Histórico Nacional se conservan varios inventarios realizados, que nos aportan más datos sobre cómo era el convento, y la vida que allí se hacía. En los inventarios se citan imágenes de bulto, cuadros y las diversas dependencias del mismo. En los inventarios se detallan los libros de su biblioteca que estaría formada por más de 600 volúmenes.
Creemos acertar al afirmar que el fatal terremoto que afectó a toda la península el 1 de noviembre de 1755 (un año después de esta toma de posesión), acabó con la vida del convento, que fue abandonado a su suerte. En otro de los informes, se afirma que lo único vendible es una campana, y que el edificio está en estado ruinoso, casi destruido.
ÚLTIMOS AÑOS Y MUERTE EN DICIEMBRE DE 1583
Igual que ocurre con los datos referidos a su nacimiento e infancia, desconocemos casi todos los detalles de sus últimos años y muerte. Los pocos datos nos los brinda, una vez más, Salazar y Castro cuando nos dice que
“... governò su Capilla con acierto, hasta 1583 en que falleciò, y està sepultado en el Monasterio de San Francisco de Villaverde, en la Capilla de N. Señora, al lado del Evangelio: y fuera de la Reja, en la pared que mira al Altar mayor, se vè su retrato, con el Escudo de sus armas, y Epitafio...”.
La fecha exacta de su fallecimiento la conocemos por un documento de forma circunstancial. Se trata de una liquidación detallada por años de sueldos y ayudas de costa que se le hace tras su muerte, pues se menciona que se le pague a los testamentarios o acreedores:
“... libreis a los testamentarios o acreedores del dicho don luys manrrique ... IIII mil CCCXVI maravedis de su quitacion y ayuda de costa desde primero de septiembre del dicho año de hasta, XIIII de diziembre que fallecio por nomyna de corte hechas el XXII de febrero de 584.”.
Una vez más el pago atrasado de sus sueldos nos proporciona un dato fundamental de su vida; en este caso el de su muerte, el 14 de diciembre de 1583. Estuvo en la corte y en activo hasta al menos septiembre de ese año de 1583, por varios memoriales que firma durante ese mes.
Sobre su tumba, se colocó una lápida con el epitafio:
“DEBAXO DE LA GRADA DE ESTE ALTAR,
ESTA SEPULTADO EL CUERPO DE DON LUIS MANRIQUE,
ROGAD POR EL SEÑOR, AÑO 1583”.
Poco más sabemos de la vida de Luis Manrique hasta la fecha. La investigación futura pretende llenar las numerosas lagunas que sin duda presenta este trabajo actual. Los nuevos datos que vamos conociendo nos invitan a seguir en este camino. Sabemos que en el inventario de obras de la Capilla del Alcázar de Madrid de 1600 se citan dos cuadros provenientes de la almoneda de Luis Manrique: una “Asunción de Nuestra Señora” y una “Anunciación”, de las cuales no sabemos su ubicación actual, aunque pensamos que una de ellas, la “Anunciación” podría estar en el Museo del Prado. Conocemos varias cartas cruzadas entre Luis Manrique y Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, que denotan una gran amistad entre ellos.
Sin embargo, el poder establecer cuáles fueron los hechos más destacados de la vida de Luis Manrique no es el fin último de nuestro trabajo, sino llegar a saber qué papel jugó en cada uno de ellos; cuáles fueron las fuerzas familiares y políticas que pudieron ayudarle en su proyección dentro de la corte; su posición en las diferentes facciones que rodearon al rey; su pensamiento político y religioso; su labor dentro del ordenamiento religioso que rodeaba al rey: confesores, capellanes y demás religiosos; y sobre llegar a conocer de una forma exhaustiva, toda su labor en las poblaciones de Villapalacios, Riópar y Villaverde.
En un futuro, nuestra intención es que Luis Manrique tenga un lugar más extenso en esta página web, e ir incorporando todos y cada uno de los documentos conocidos sobre este interesante personaje.
EL APUNTE:
Ficha de los dos documentos atribuidos a Luis Manrique.
- Memorial de advertencias a Phelipe 2º, (5/3/1575).
Archivo Duques de Alba (ADA), caja 111, núm. 46. Las hojas del documento tienen dos numeraciones, una que empieza por el 1 pero que no termina y otra que va desde la página 208 hasta la 245.
- Papel a Phillippo Segundo, (1577).
Biblioteca Nacional de Madrid (BN). Manuscrito 18718–55. Fol. 97-108
- Copia de carta que escrivio al Señor Rey Phelipe 2º Don Luis Manrrique su Limosnero Mayor.
Espejo que se propone a Nuestro Gran Monarcha, para que en el Vea el Estado Infeliz de su Monarchia, sin la nota de apassionado auisso, y con la obligacion de su pessimo empleo. British Library (BL), Egerton 330, núm. 2, págs. 2-20. La copia de Londres es fundamentalmente igual al texto de Madrid, pero se han suprimido algunas frases y párrafos